domingo, 26 de febrero de 2012

De el cuartel del Bolete a cabo Tiñoso, caminar sobre la mar.


Hacer senderismo sobre la mar es un placer que en pocos sitios se puede disfrutar tanto como en la costera de Cartagena.

En esta ocasión Juan Isidro nos preparó una excursión estupenda que recorre una parte de la costa que todavía no habíamos visitado, la que recorre la costa desde de el cuartel del Bolete hasta cabo Tiñoso. Es una excursión suave pero que cuenta con momentos emocionantes pasando por laberintos rocosos bajo acantilados con derrumbes impresionantes y que regala en todo momento unas vistas preciosas del litoral incluyendo en la lejanía las bahías de Cartagena y Escombreras.

Esta no es un excursión con recorrido circular por lo que se hace imprescindible contar con dos coches, uno lo dejaremos el "aparcamiento" (no en muy buen estado) situado antes de la batería de Castillitos en lo alto del cabo Tiñoso y otro en nuestra salida en el Campillo de adentro.


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Hemos hablado de caminar sobre la mar, pero para hacerlo primero hay que llegar a la costa. Una vez situados en el Campillo de adentro, junto al bar de la carretera y en el cruce de la carretera que baja a la Azohía con la que sube a Castillitos, cogemos un camino a la izquierda antes de cruzar la rambla, al principio bueno para los coches pero que pronto va empeorando y que nos lleva sin error hasta un punto en el que se anuncia que es propiedad particular y que el paso no es permitido. Hasta aquí hemos recorrido unos 2,4 km. Continuamos por este que luego pone proa al mar hasta bajarnos a la casa de la Guardia Civil del Bolete (km 5) donde las vistas son espectaculares: Al noreste, el Cabezo de la Aguja, el Cabezo Colorado, La Muela, y más allá el Roldán, isla de Las Palomas y al fondo Escombreras. Al suroeste, la bahía de cabo Tiñoso, con la muralla montañosa que alberga las baterías del Jorel, Castillitos y el cabezo del Atalayón y más a la derecha (norte), La Picadera. Desde el lateral oeste de la casa sale un sendero que bordeando la costa. 


 Al fondo Cartagena y Escombreras
En la terraza del cuartel del Bolete
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Bajamos primero por las escaleras sobre el acantilado a  la cala del Bolete Chico allí vemos rambla arriba una cuerda que seguramente usan para bajar a la cala desde la cabecera de la rambla. Subimos otro brazo de tierra hasta llegar a la cala del Bolete Grande Km. 6,2) donde nos encontramos el cadáver de un delfín.


La bajada por escaleras a la cala

Aquí está el pobre delfín (es inevitable acordarse de Flipper)
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Remontamos un poco la rambla y tomando la referencia de un hito de piedras cogemos sendero a nuestra izquierda remontamos la ladera para bajarla llegando a El Cantalar, una zona impresionante de derrumbes, seguramente voladuras que muestra grandes bloques de piedra entre los que discurre el camino como un laberinto (Km 7,5).



El Cantalar
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Posteriormente rodeamos la cala Salitrona y y subiendo por la ladera conectamos con una pista militar perfectamente acabada en mampostería que va subiendo en zig-zag hasta la batería de Los Castillitos en lo alto del cabo Tiñoso. Desde allí caminamos por la carretera hasta el aparcamiento situado al pie del cabezo y la batería del Atalayón.

La preciosa cala Salitrona
Llegando a Castillitos
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La excursión no es muy difícil, más bien fácil de realizar. Tiene un total de 13,3 km y 627 m de subida. Si se hace en verano te puedes bañar en las calas y las vistas son inmejorables como lo son siempre las de las rutas cartageneras. Os animo a todos a correr los senderos costeros de Cartagena, porque proporcionan una manera estupenda y distinta de practicar nuestro deporte, con unas imágenes y unas sensaciones que nada tienen que ver con las montañas de tierra adentro.

Por último reseñar que este relato lo he realizado con la ayuda de Juan Isidro porque por desgracia mi conocimiento de los topónimos de la zona es muy escaso y sin embargo él sí los conoce muy bien.

Podéis bajar la ruta en Wikiloc:

lunes, 20 de febrero de 2012

La montaña de antes, un recuerdo en blanco y negro.


Después de escalar La Sur de La Panocha en noviembre de 1975
Yo soy (era) el del casco blanco arriba a la derecha.
Fotografía Gonzalo Gallardo (clic para agrandar)

Cuando vemos ahora a los escaladores, a los senderistas o a cualquier deportista en general vestidos con equipos  impecables de vivos colores y tejidos de alta tecnología nos cuesta recordar como practicábamos nuestro deporte preferido hace tan sólo "unos pocos años".

Estas fotos que me acaba de enviar mi amigo Gonzalo Gallardo son de una escalada a La Panocha por la cara sur en 1975. Bueno, según recuerda Gonzalo, y así se ve en las fotos, nosotros subimos por La Sur que es una vía algo más complicada, con un pequeño extraplomo en su tramo final y las niñas subieron por la San Bernardo que es mucho más facilita.  Aquí abajo hay dos fotos, una de las chicas subiendo por la San Bernardo.Es curioso, esta vía sigue teniendo esos dos olivos nacidos en la roca exactamente iguales, no han crecido nada. La otra es de Manolo "El Lanas" bajando en rapel por La Sur a la altura de las cuevas. No había arneses, se metían los estribos entre las piernas y se ataba una cuerda de 30 m con un as de guía a un mosquetón de aluminio. Sin más seguridad.

Las chicas en la San Bernardo de La Panocha.
Fotografía Gonzalo Gallardo (clic para agrandar)


Manolo "El Lanas" descendiendo en rapel por La Sur de La Panocha.
Fotografía Gonzalo Gallardo (clic para agrandar)

Llama la atención lo precario del equipo, no había cascos para todos y la mayoría de estos eran cascos de moto, los estribos solían ser caseros, confeccionados con un cordino y unas tablas de madera. El calzado consistía en zapatillas de lona (wambas) más o menos lo que hoy son unas "Converse", a veces "chirucas" así mismo de lona, también botas militares de la casa Segarra y en el mejor de los casos botas de senderismo (pédulas) y sólo los aventajados tenían unas botas muy gruesas y duras de marcha en nieve de la marca Kamet que desde luego no eran lo más adecuado para atacar una pared. No había pies de gato ni resina, al menos yo no conocía a nadie que los tuviera. En aquellos tiempos para que las botas duraran más se solía recubrir la puntera de la bota con pegamento de dos componentes (entonces Aral-dit) que era lo que se desgastaba de dar contra la roca.


Gonzalo escalando con casco de moto "maqueado" con el escudo de la O.J.E.
Fotografía de la colección de Gonzalo Gallardo (clic para agrandar)

La ropa para lluvia más usual era el "Canguro". Este era un cuerpo de nylon hasta medio muslo. Tenía capucha y un bolsillo grande con cremallera centrado en el pecho que recordaba a la bolsa marsupial. Cuando no lo llevabas puesto la prenda se metía dentro del bolsillo que vuelto del revés hacía las funciones de funda. El canguro era impermeable los primeros días, después calaba por todos lados y para remediarlo, algunos lo rociaban con laca del pelo en su interior.

Recuerdo que mis pantalones de montaña no eran unos "bávaros" como llevaban los "profesionales" sino una adaptación que hizo mi madre cortando unos pantalones de pana viejos y haciéndoles la abertura y el ojal que llevaban a medio gemelo.


Escalando con pantalones bávaros (izquierda) y botas de nieve.
Fotografía Gonzalo Gallardo (clic para agrandar)

Como se puede ver en las fotografías, las mochilas eran de lona y cuero y a nadie le importaba mucho lo que podía pesar un envase de cristal de La Casera si había que subir agua para la excursión.

Gonzalo escalando en Ricote sin cuerda de seguridad ni nada de nada
¡Cuanta inconsciencia teníamos entonces!
fotografía de la colección de Gonzalo Gallardo (clic para agrandar)

Lo peor de todo es que teníamos 16 años recién cumplidos y muchos escalábamos a escondidas de nuestros padres. Si los míos me ven colgado de una pared a esa edad me mandan a un reformatorio y con mucha razón.

Tampoco existía El Corte Inglés, Decathlon, Barrabés ni nada de eso. Todo se compraba en Nortes. El "tito Nortes" era una gran persona a la que no se le ha rendido un merecido homenaje. Me gustaría que alguien con más memoria que yo, me mandara algo sobre él para publicarlo aquí. Tenía la tienda de material de montaña en la calle que va de Santa Isabel a la plaza de Santa Catalina, ahora la llevan en el mismo sitio y con el mismo nombre Santiago y Benjamín. Muchas veces vendía el material a plazos para que no dejáramos de ir al monte por falta de medios. 

Son tiempos magníficos que bien merecen una líneas de recuerdo.

Buen camino.